Alimenta a tu hijo con inteligencia
Decir que la lactancia materna es la alimentación más beneficiosa para el bebé no es sorpresa para nadie. Estudios científicos y la comprobación empírica demuestran que los niños que reciben leche materna durante los primeros meses de vida tienen un sistema inmunológico desarrollado y capaz de enfrentar, de mejor manera, las agresiones externas.
La novedad radica en las conclusiones a las que llegó el equipo de Terrie Moffitt, del Kings College de Londres, en un artículo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.
El estudio observó a 3.200 niños en el Reino Unido y Nueva Zelanda. En ambos países analizados, los niños amamantados tenían un coeficiente intelectual entre 6 y 7 puntos superior, pero sólo si presentaban una variante que hacía al gen procesar los ácidos grasos de forma más eficaz.
El estudio habla concretamente del gen denominado 'FADS2', que se encarga de regular el metabolismo de los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, que cumplen una importante función en el desarrollo de las células nerviosas.
Las etapas más críticas en la formación del cerebro abarca un período desde el último trimestre del embarazo hasta dos años después del nacimiento. Durante este período, las células nerviosas experimentan una serie de procesos que requieren de un extraordinario aporte de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga. Estos ácidos grasos intervienen en la creación del tejido nervioso y en la generación y transmisión de la información a través de las neuronas.
Un artículo publicado en la revista 'American Journal of Clinical Nutrition' establece que los lactantes con mayores niveles de estos ácidos grasos en el organismo tienen una mayor capacidad de aprendizaje y concentración.
Agrega que un aporte adecuado de este tipo de ácidos grasos durante los primeros 24 meses de vida puede tener repercusiones positivas en la inteligencia del niño y también en el estado de salud general durante su vida, disminuyendo la morbilidad.
La lactancia materna debe ser valorizada por sus amplios efectos sobre la niñez desde todos los aspectos y no observar únicamente el alcance de las implicaciones nutricionales, sino como todo un conjunto de valores indispensables en el desarrollo integral de los niños y, por ende, de la sociedad en general.
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