El instinto maternal: un vínculo único entre madre e hijo
Siempre se han planteado muchas preguntas en torno al instinto maternal: ¿Existe o no? ¿Qué es en el fondo? ¿Qué siente una madre cuando toma conciencia de su bebé? ¡Descúbrelo!
El instinto maternal es un tema que ha generado diferentes teorías y posturas. Algunos argumentan que es un instinto innato e inevitable compartido por todas las hembras del reino animal, mientras que otros sostienen que es una creación cultural sin relación directa con la naturaleza y que no es automático.
Sin importar la postura, es importante reconocer que el bebé no es un sujeto pasivo en esta relación. Desde sus primeros días de vida, e incluso antes, el bebé pone en práctica una estrategia de seducción que funciona tanto con su madre como con otros adultos que lo rodean.
La contribución del bebé en el instinto maternal
Diversos experimentos, incluyendo aquellos realizados con ratones, han demostrado que las hembras modificadas genéticamente no muestran interés en sus crías, a pesar de que en circunstancias naturales son madres dedicadas. Estos experimentos revelan que la privación del gen fosB, que participa en la producción de hormonas que estimulan la reacción materna, afecta el comportamiento maternal.
Sin embargo, lo que activa ese gen en la madre es el olor del recién nacido. En el reino animal, se sabe que no se debe tocar a un animal recién nacido, ya que si adquiere un olor ajeno, su madre no lo reconocerá y podría rechazarlo.
Estas investigaciones concluyen que el instinto maternal existe siempre y cuando los bebés hagan su aportación. Para recibir alimentación y cuidado, los bebés deben llamar la atención de su madre de alguna manera.
La atracción magnética de los bebés
Tanto los primatólogos como los sociobiólogos hablan de la "atracción magnética de los bebés". En todo el mundo, se considera que los bebés son irresistibles. Somos sensibles a las características de la neotenia, que son los rasgos que indican la extrema juventud y la vulnerabilidad de un bebé, como una cabeza grande y redonda, un tamaño pequeño y unos ojos grandes llenos de sorpresa.
Esta atracción no solo ocurre con los bebés humanos, sino también con las crías de otras especies animales. ¿Quién no encuentra adorable a un gatito, un perrito, un osito, un corderito o incluso un cachorro de león o tigre? En algunas tribus de monos, las crías tienen un pelaje de color negro, blanco o rojo al nacer, lo cual las distingue claramente de los adultos y las señala como bebés ante todo el grupo. Las hembras se pelean por cargar a estas crías, si la madre está dispuesta a compartir.
La interactividad entre madre y bebé
Cuando una madre y su bebé toman conciencia mutua, se producen muchas cosas entre ellos. La madre observa atentamente a su bebé y se da cuenta de que es el recién nacido más encantador que ha visto. A medida que el bebé se despierta, realiza gestos adorables.
Además, al nacer, el bebé tiene una cantidad considerable de grasa, lo cual es curioso si consideramos la importancia que se le da al peso de un recién nacido.
El bebé está genéticamente programado para seducirnos, atraernos y asegurarse nuestros cuidados. Desde su nacimiento, recibe y emite señales y su cerebro altamente desarrollado le permite imitar los gestos de sus padres e interactuar con ellos. Reconoce la voz y el olor de su madre, que descubrió en el útero. Por otro lado, la madre es capaz de reconocer el olor de su bebé en un día y distinguir su llanto entre el de otros recién nacidos en dos días.
El instinto maternal más allá de la biología
Si bien se ha mencionado la influencia de los genes y los factores biológicos en el instinto maternal, también es importante reconocer que el instinto maternal puede manifestarse en diferentes contextos y situaciones, trascendiendo la biología. Muchas mujeres desarrollan un fuerte vínculo maternal con hijos adoptivos, hijos de parejas anteriores o niños a los que cuidan de forma no biológica.
El instinto maternal se basa en el amor, el cuidado y la protección hacia un niño, independientemente de los lazos sanguíneos. El apego y la conexión emocional se desarrollan a través de la interacción, el cuidado y la dedicación hacia el niño, sin importar si existe un vínculo biológico directo.
La capacidad de amar y cuidar a un niño no está determinada únicamente por los genes, sino que también es moldeada por la experiencia, el entorno y las relaciones familiares. Las mujeres que asumen el rol de madres adoptivas o cuidadoras demuestran que el instinto maternal puede florecer a través del amor incondicional y el compromiso de brindar un entorno seguro y afectuoso para el niño.
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